lunes, febrero 2

Mercado a los gritos en el vestuario - Son dos cagones !

En medio del dolor y la bronca por la goleada, Mercado entró a los gritos al vestuario y se las agarró con Sánchez y Teo, dos de los expulsados el sábado.


"¡Son cagones! ¡Son dos cagones!”.
El resultado humillante recién se había consumado y ya estaba impreso un nuevo capítulo para las historias más negras en esta clase de choques que de amistosos no tienen absolutamente nada. La calentura generalizada de hinchas, dirigentes, cuerpo técnico y jugadores no necesitaba de explicaciones para entenderla ni expresarla. Había que sentirla...
En ese contexto álgido, de miradas serias y silencios profundos, de dientes apretados y lamentos mucho más profundos todavía, fue Gabriel Mercado el que dejó la cancha corriendo y bajó rápido las escaleras hacia el vestuario del Malvinas, adonde entró a los gritos. Fue el primero en llegar a ese recinto sagrado donde ya estaban Carlos Sánchez y Teófilo Gutiérrez, los dos expulsados del segundo tiempo, los dos que vieron las rojas más irresponsables de la tristemente célebre noche mendocina de River, motivo que los hacía claramente destinatarios de la bronca del ya experimentado lateral derecho.
Si bien ninguno de los 11 que arrancaron el superclásico del papelón se salvó de la reprobación, Sánchez y Teo tuvieron actitudes poco profesionales, que agravaron la magnitud de la derrota. El uruguayo entró en el segundo tiempo para tratar de achicar la diferencia que en ese momento era de tres goles y apenas si había tocado la pelota cuando se fue de boca con el árbitro Abal y terminó bañándose antes que el resto (estuvo en la cancha apenas once minutos). Y el colombiano pareció buscar la roja desde el primer tiempo. Displicente, como si no tuviera muchas ganas de jugar, sólo metió la pata más de la cuenta y terminó abandonando a sus compañeros: había visto la amarilla por un golpe de atrás a Monzón y vio la roja directa por fajar -también desde atrás- a Gago. Así dejó a River con ocho y en los minutos que quedaban (17) la goleada pasó de tres a cinco a cero. Razones más que suficientes para que Mercado les apuntara de esa manera en un vestuario que masticó bronca, con miradas cruzadas de furia y desazón, y promesas de hablar mucho a partir de la vuelta al trabajo de hoy temprano en Ezeiza.
El enojo de Gallardo también era enorme. Apenas terminó el partido frenó a los jugadores que estaban en el banco y se querían ir rápido al vestuario para que se juntaran con sus compañeros para saludar a sus hinchas y salir todos juntos. El técnico, lógicamente, estaba golpeado por el resultado, pero más por la indisciplina, algo que ya les había criticado a sus hombres luego del clásico en Mar del Plata, donde Maidana y Vangioni habían sido expulsados. Pruebas a la vista, no recordaron mucho el pedido del entrenador.
Mientras tanto, los dirigentes que viajaron hasta Mendoza a acompañar al equipo ni quisieron golpear la puerta del camarín. Optaron por esperar afuera y recién acompañar a la trémula delegación en el camino del vestuario al micro. Ya era de madrugada, una dura madrugada, cuando se fueron en fila india. Con caras que hacía mucho tiempo que no se veían entre los jugadores de River, los que -salvo por esos gritos de Mercado- prefirieron el silencio tanto en esa salida del Malvinas Argentinas como en la llegada al Aeroparque porteño menos de 12 horas después.
Esta mañana tendrán que volver a hablar, al menos entre ellos, para arrancar con esa autocrítica “profunda” que el Muñeco prometió puertas adentro. Porque hablando se entiende la gente y es el -esperado por todo Núñez- puntapié inicial para solucionar los evidentes y variados problemas que este equipo mostró en los dos superclásicos.

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