Desfachatado, lúcido y reflexivo, Adrián Dárgelos seduce con su dialéctica perfecta y su prosa estridente. El vocalista y compositor de Babasónicos, la banda que fue revelación en lo que se denominó "el nuevo rock argentino" y que ya lleva más de veinte años en la cima, admite que actualmente disfruta el doble del proceso creativo. La banda llega a Rosario para presentar su undécimo disco, "Romantisísmico", que viene a romper el romance con un sismo devastador. El frenesí que provoca el primer corte, "La lanza", pasando por "El baile de Odín", que reflota el espíritu de "Jessico", la oda de infamias en "Casi" o el sonido intergaláctico de "Uno, dos tres", reivindica el erotismo filosófico que caracterizó a la banda desde sus comienzos.
"Y sin embargo en la gran ciudad, bajo el influjo de lámparas mata insectos, somos iguales, somos panteras negras al acecho que están a punto de comerse.", profesa Dárgelos en "Aduana de palabras", cuyo video muestra al frontman caracterizado como una pantera, caminando a lo largo de las calles porteñas. Al respecto, el cantante expone: "Hay una tendencia a la depredación felina. Hoy, muchos velos morales se han roto y estamos viendo la miseria más descarnada".
Antes del show que dará Babasónicos hoy, a las 22, en Club Brown (avenida Francia y Brown), Dárgelos mantuvo una charla íntima con Escenario. Habló de su proceso compositivo, la violencia reinante y el retorno hacia lo salvaje. El burócrata del amor despliega sus artilugios más afilados.
—En este disco le diste la espalda al romance y hablás de temáticas más filosóficas y reflexivas aunque se llame "Romantisísmico"...
—Tenés razón, creo que pasa eso. Sin embargo le pongo un nombre más parecido a otras canciones. Yo no interpreto que el disco se llame "Romantisísmico" sólo por el ideal romántico. No apela al significado de las palabras por separado, sino a la construcción del choque que hay entre las dos. Entonces quizás lo que Babasónicos está tratando de decir es que hay verdades que hacen temblar las relaciones humanas vistas como instituciones. Instituciones en cuanto a construir en un sentimiento algo sólido. El nombre "romántico" sólo no le serviría, y "sísmico" tampoco.
—¿Ves menos romance que antes? ¿De dónde surgen esas ideas a la hora de componer?
—Esas frases, que son retazos de diálogos y misceláneas de pensamientos, que hacen a una narrativa y transmiten un mensaje, parecen ver las cosas con profundidad pero en dispar. No podría hacerte un ensayo sobre las relaciones humanas, pero sin embargo entiendo que no son para recaudar ventajas. Babasónicos cuenta una visión y la lleva a través del océano oscuro de la imaginación del cosmos de las ideas y le hace una puesta en escena, la magnifica inspiradamente. Pero no quiere decir que esa visión sea explicable o tengamos una idea concluyente. Creo que aportamos a la duda y a la confusión diciendo la verdad. Una verdad que no te podría explicar. Yo desconfío de ser quien está creando todo eso. Quizá me lo están dictando, lo que pasa es que no sé quién me lo dicta. Desconfío de que haya un ser superior, soy agnóstico, no creo que haya un Dios, pero alguien está mandando estos mensajes. Soy una antena. La música es transportar un estado de ánimo como si fuese un virus y contagiarlo. Eso es lo que disco a disco venimos haciendo. Siempre tenemos un tópico distinto que va cambiando. ¿Por qué? Porque somos buscadores que vamos abordando a nuevas orillas y luego narramos lo que sucede en estas orillas del bosque social.
—Dijiste que no hacés marketing de la desgracia social, pero que la sensibilidad ciudadana está impresa en tu discurso a través de la poesía. ¿Esto se refleja en el disco cuando decís: "Somos panteras negras al acecho que están a punto de comerse", en "Aduana de palabras"?
—Lo explicas perfecto, cuando lo escucho creo que no es mío. La mayoría de las personas en las ciudades, cuando se pone el sol, son todas así. En cambio, si cantás una desgracia con tono enunciativo y narrativo sin poesía sobre una desgracia real, estás haciendo marketing de esa tragedia, estás aportando para que la idea crezca. Yo no entiendo la música de ese modo, la entiendo como poesía.
—¿Pero te referís a la realidad violenta del país?
—Lo que está pasando ahora en la sociedad es más profundo. Yo lo veo a nivel espiritual y karmático. Hay una tendencia a la depredación felina. Las panteras no linchan, te comen y nada más. No hay venganza en el animal. Mi música no está hablando tan directamente de lo que provoca la inequidad. Para eso directamente hablo de lo que provoca la inequidad y no de la música.
—¿Ves con preocupación esta especie de país de la furia, donde se incrementa cada vez más la desconfianza y la ira?
—Eso tiene que ver con la alienación de la ciudad y con perseguir permanentemente metas falaces. Es un problema sociocultural que se arrastra desde hace muchos años. Hoy hay una tendencia a discutir eso. No me sorprende porque yo nací en el mundo que me estás describiendo. Lo que pasa es que antes había modales y no te hacían ver las cosas de manera tan hostil. Hoy muchos velos morales se han roto y estamos viendo la miseria más descarnada. Siempre hubo linchamientos a los violadores en los pueblos, pero ahora el asunto está cada vez más miserable. Porque bueno, han decidido sacarle el velo a las cosas. Antes la gente tenía más pudores, tenía una conciencia de que se quería alejar de lo salvaje.
—¿Estamos retrocediendo hacia lo salvaje, donde, como dijo (Thomas) Hobbes, el hombre es el lobo del hombre?
—En el siglo XIX, se trataban de tapar todo el cuerpo para alejar todo lo salvaje, cosa que había logrado la iluminación del siglo XIX. Un caballero de esa época estaba con guantes, no se le veía nada de piel. Ahora, cada vez estamos viendo más piel. Eso no está mal, pero estamos perdiendo relación sobre el prójimo. Creo que para no preocuparse por eso hay que empezar a educar en otro sentido, generar otras ideas. No lo voy a hacer yo en un reportaje. Hay que educar en el amor. Porque ahora se educa en el miedo hacia el otro. Es muy complejo.
—¿A esta altura disfrutás como el primer día tanto del escenario, como del proceso compositivo y de grabación?
—Disfruto el doble. Me gusta componer, grabar y tocar. Quizás el momento de más disfrute de todo es el de tocar porque sólo tenés que dejarte ir. Para lo demás también tenés que dejarte ir, ¡pero anotarlo!
—¿Sos un capricorniano perfeccionista, reflexivo y cuesta acceder a tu corazón?
—En lo único que soy perfeccionista es en la elección de las palabras y de la melodía, pero no en la interpretación ni en la grabación. No sé si tengo corazón, creo que no me lo encontraron aún. No creo que el zodíaco esté escribiendo para mí. No tengo tanta interioridad para que los signos me la llenen. ¡Esa es una muy buena respuesta! (risas).
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