Puntualmente, nos estamos refiriendo a una medida que obligaría al público a manejarse en un esquema de cambios diferenciados o múltiples (por lo menos dos visibles y varios más secundarios) de manera legal, con la particularidad de que lo que cabe denominar "tipo de cambio nominal" también registraría, en sí mismo, una dualidad de valor.
Básicamente, lo que se buscaría es incidir en la dinámica de oferta y demanda de divisas, algo que ya está, de facto, operando en la economía doméstica actual.
En 1985, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, se lanzó el plan Austral, con medidas como el congelamiento de precios (cualquier similitud con la actualidad no es pura coincidencia) y un dólar alto que protegía el mercado interno y fomentaba exportaciones. Si bien en un principio la medida fue bien recibida en la city, al liberarse luego la discusión salarial llegaron aumentos de 30% liderados por la entonces influyente UOM (Unión Obrera Metalúrgica), que pusieron en jaque al modelo. Al poco tiempo, los controles de precios dejaron de ser efectivos y estos le ganaron la carrera a los salarios.
Muy cerca del default, con u$s 2000 millones de reservas y déficit fiscal y comercial, llegó el ajuste del plan Primavera.
Es justo reconocer ciertas diferencias de peso: el dólar todavía tiene cierto colchón, el Banco Central acumula u$s 40.000 millones de reservas y la producción, si bien se ha desacelerado, no se encuentra actualmente en una situación de crisis terminal ni mucho menos.
Pero por más datos "duros" que se pongan sobre la mesa, es difícil no reconocer que la iniciativa incluye un mix de lo peor del plan Austral, el plan Primavera y la convertibilidad. En definitiva, son ideas "ochentosas" inaplicables en un mundo que no se parece nada al de aquel entonces.
Dinámica del desdoblamiento e influencia sobre nuestros bolsillos
En los experimentos fallidos aplicados bajo el gobierno radical de los 80, operando el doble mercado, se decidió que las importaciones se liquidasen al mercado libre, que fluctuaba en función de la oferta y demanda. En una instancia de fuga de capitales (que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner busca evitar a cualquier costo), el valor del dólar libre, mayor al inicio en un 20% con relación al otro mercado (el comercial) marcaba una parcial "penalización" de esa fuga (hoy en día, esa penalización supera el 65%, correspondiente a la brecha entre el dólar oficial y el paralelo).A su vez, los exportadores liquidaban en principio sus divisas por el mercado comercial oficial: las exportaciones primarias en su totalidad y sobre la base de promedios de ambos valores del dólar las exportaciones industriales. Como coronario, el Banco Central intervenía en el mercado libre, vendiendo parte de las divisas provenientes del mercado comercial, alzándose con una ganancia cuasifiscal.
También surgieron retenciones móviles de hecho, dependiendo del diferencial existente entre los dos mercados.
Todo este andamiaje ya está, en mayor o menor medida, funcionando entre nosotros a partir de la instrumentación del cepo cambiario y la aparición de múltiples tipos de cambio.
Los resultados, hasta ahora, no parece demasiado alentadores: las posibilidades de un aceleramiento inflacionario aumentan con cada parche que se busca aplicar y las estimaciones de consultoras privadas para el dólar blue llegan hasta los 11 pesos para fines del 2013.
Dicho esto, la discusión sobre la eventual oficialización de un desdoblamiento cambiario pierde peso: la política de múltiples tipos de cambio según el extracto social, operación comercial a realizar o situación fiscal, es algo que llegó para quedarse..
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